Acerca de nosotros...

Somos un grupo de personas que nos hemos dedicado a varias cosas en la vida; pero casi siempre, hemos logrado tener el placer de hablar mucho con la gente de nuestro país, Colombia; en estos ires y venires nos hemos dado cuenta de que la gente (no sólo de nuestro país) está muy pendiente de placeres que considera que puede hacer daño a su organismo. Hay gente que no se come un trozo de tocino con plátano verde, porque "se me sube el colesterol"; "yo no bebo de eso, porque me hace un daño"; "es que eso me da gastritis".

Otra cosa interesante que nos ha pasado es que poco a poco hemos dado con personas no comen carne (algunos comen huevo y leche, pero no carne). Es curiosísimo entrar con ellas a un restaurante. Se abre el telón. Restaurante (de cualquier estrato… no importa). El mesero ha entregado el menú a todas las personas que ansiosas deciden que van a comer. Una de ellas sin mirar la carta se dirige al mesero. 

- Señor -dice ella- ¿a mí que me puede ofrecer?... es que yo no como carne.

- Ah… pues tenemos un pollito muy rico.

Mirada asombrada de ella.

- O también tenemos pescado… en salsa o a la plancha.

Se cierra el telón, piadosamente.

Esta situación la he vivido más de cien veces. Y es que aún en nuestro país (lo he viajado casi todo) no existe la cultura del vegetarianismo, ni la atención al vegetariano.  Es por eso que cuando uno la dice a la mamá que la novia es vegetariana, que no se le ocurra hacerle frijolitos con pezuña, la mamá lo mira a uno como pensando “mijito se consigue cosas cada vez más raras”. Y si llega la vecina, la mamá le contará sobre el fenómeno extraterrestre que está en la sala esperando el almuerzo. Es posible que la vecina salga unas tres o cuatro veces a revisarle la mujer a uno, para después soltar esta deliciosa perla:

- Mijita, Usted por qué hace dieta si así está bien?... mire que si se adelgaza más es más fácil que se enferme… así le pasó a (y viene un nombre de cualquier mujer medio famosa, que sirve para que la vecina se le siente al lado a la novia de uno mientras le coge el brazo para constatar que sí, que efectivamente no está gorda).

Mientras esto pasa en la sala, en la cocina se ejecuta una escena no menos interesante. La mamá dice con esa voz de angustia que sólo las mamás pueden hacer.

- Y entonces que le hago a esa muchacha?... Piña y Atún?... O qué?

- No mamá, hágase un almuerzo normal. Solo que a lo de ella no le eche carne.

- ¿Y eso cómo lo voy a hacer? -dice la mamá- no ve que así eso no queda sabiendo a nada.

Y termina uno, como muchas veces terminé yo, haciendo una ensalada con tomate, cebolla, zanahoria y queso o huevo duro picado (según el estrato de la vieja que haya llevado uno a la casa). Y piensa uno: “Echémosle este tarrito de maíz dulce, para que no parezca tan improvisado… que da pena”

Nuevamente se cierra el telón misericordiosamente. Como les digo este tipo de escenas nos han pasado muchas veces y por eso decidimos aprender a cocinar vegetariano. Sin embargo, me confieso, yo aún no soy vegetariano. Digo aún, porque no sé alguna eminencia de algún hospital, clínica o centro naturista, me “prohíba” las carnes (que está muy de moda en estos tiempos).

Hoy estoy viviendo felizmente con dos mujeres vegetarianas (mi mujer y mi cuñada… no sean malpensados). Una de ellas no come carne, porque nunca le ha hallado gusto a comer cadáveres, enteros o en pedazos. Aquí les queda la frase de mi suegra diciendo “No… si eso era una lucha con esa muchacha para que almorzará”. De hecho, me dice ella que le hacían toda clase de ofertas para que se terminara el “bendito” almuerzo. No sólo a ella, sino a casi todas mis amigas les ofrecían viajes no programados al parque, eso sí, después de haber agotado el “A ver… una por la mamá… está por el papá”. A propósito, esta “lucha” (¿?) casi siempre terminaba cuando el papá decía “Bueno… ¡cuento hasta tres para que se coma eso!”

Hoy los sicólogos modernos (ese bello invento del pueblo griego) nos piden que no obliguemos a los niños a comer, porque eso les favorece la rebeldía y se genera un “mal clima familiar”. De modo que hemos visto (y escuchado) con incomodidad el tire y afloja en el que se convierte un almuerzo familiar al que ojalá hallamos invitado a ese amigo de la juventud.

Básicamente por esta razón es que estamos aprendiendo a cocinar comida realmente rica. Y realmente sana. Que nutra a las personas y que sea del agrado de todos los sentidos; sabemos que deben ser involucrados no sólo el gusto, sino la vista y también el tacto. Los muchos años de estudio y trabajo nos han enseñado que los cinco sabores DEBEN estar en un almuerzo, pues ellos pueden permitirle al cuerpo el correcto equilibrio de las emociones, el permanente alimento espiritual.

Finalizamos esta página de “Acerca de nosotros…” contándoles que somos un grupo de personas, que experimentamos sabores para todos (omnívoros y vegetarianos), entregando nuestra experiencia para enseñar la forma correcta de alimentar el cuerpo, tanto física, como emocional y espiritualmente. Esperamos que todos (omnívoros y vegetarianos) se diviertan con nuestras recetas y los comentarios en este blog que es de Ustedes. 

Un abrazo muy fuerte,

Sri Wangi






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